Durante siglos, la historia ha sido diseñada por las
sociedades secretas. Muchos de estos selectos clubs han surgido para controlar
las finanzas, los gobiernos y también las universidades. Nuestra historia
comienza en una Universidad española, en concreto en una Facultad de Ciencias
Políticas y Sociología, donde operaba una sociedad secreta llamada el Club
Eulogia.
- ¿Vas hacer algo esta tarde? ¿Podríamos ir a
estudiar y después ir…no sé, a tomar algo? – preguntó Denise.
- No creo, esta tarde tengo asuntos que atender –
respondió con la mirada perdida el joven estudiante.
Nuestro protagonista, era un aplicado estudiante,
bastante reservado y a veces abstraído de la realidad. Su compañera de clase,
Denise, estudiante de Erasmus era todo un reclamo en la Facultad, de estatura
media, rubia y con ojos azules. Una firme candidata a ser portada del Playboy. Él
estaba enamorado de ella, pero utilizaba la técnica de hacerse el fuerte para
intentar conquistarla.
El nombre del estudiante, se perdió en el olvido,
pero le llamaremos por el apodo que recibió en “La Cripta”, Hamlet. Éste había
recibido la carta esperada. Desde hacía tiempo se rumoreaba en la Facultad, que
en algún aula oculta, se oían extraños ruidos: alaridos inhumanos y gritos
ensordecedores. Aquella carta recibida, podía ser el inicio para acercarse a la
verdad de la rumorología creciente. La carta era una invitación, con unas
instrucciones a seguir, y un título: “Has sido seleccionado para formar parte
del Club Eulogia”. Las indicaciones revelaban un plano, donde dentro de la
Facultad, había un aula secreta, denominada La Cripta. Hamlet, esa misma noche,
se acercó al aula.
Dio dos golpes a la puerta, como indicaban las
instrucciones. De repente, se abrieron las puertas. Se respiraba una extraña
atmósfera, todo estaba oscuro, y cuando empezó a fijarse en los detalles, dos
manos se abalanzaron sobre él, colocándole una capucha negra sobre la cabeza.
Sintió como otras manos le agarraban por detrás y era conducido a través de la
oscuridad, hasta que llegó a una sala perfectamente iluminada, en donde le
quitaron la capucha. Allí, vio como había más gente como él, estudiantes que
estaban siendo iniciados, y delante de todos la tétrica figura del Maestro de Ceremonias.
Vestido con un hábito rojo, portando una espada y llevando puesta una máscara
de una calavera. No se le veía la cara.
- ¡Bienvenidos a La Cripta! ¡Bienvenidos al Club de
Eulogia! – gritó el maestro de
ceremonias agitando la espada – Por estos muros han pasado presidentes,
senadores, benefactores de las artes y de las ciencias. Somos la sociedad
secreta más antigua de esta Universidad. Sí os sometéis a nosotros, formaréis
parte de élite dentro de la élite del país.
La iniciación continuaba, pero esta vez ya no era
grupal, varios miembros del Club llevaron a Hamlet a una habitación dentro de
La Cripta. Era oscura, a pesar de estar iluminada por varias velas, pudo
observar un par de sillas, armaduras de la Edad Media, y en la mitad de la
sala, se encontraba un ataúd. Rápidamente le despojaron de su ropa dejándole
desnudo. Tenía bastante frío y estaba asustado, hasta que recibió la siguiente
orden del Maestro de Ceremonias: “Túmbate en el ataúd, y cuéntanos tu mayor
secreto. No saldrá de estas paredes”. Obedeció la orden. “¿Contarían su mayor
secreto?” pensaba intranquilo, hasta que de repente se acercó alguien al ataúd.
Seguía desnudo dentro del féretro, y pudo ver como una figura femenina que se
iba quitando la ropa se metía dentro del ataúd. Era una mujer que llevaba
puesta una especie de máscara veneciana en la cara, no parecía ser joven, sino más
bien de edad madura.
- ¿Así que este es uno de los aspirantes, no? –
preguntó la mujer, a la que llamaban La Maestra- Veamos hasta donde llegan sus
límites. La Maestra le agarró el miembro viril a Hamlet, agitándolo fuertemente
hasta que comenzó a violar al futuro miembro del Club. Tal escena era
contemplada por los miembros de la hermandad, que se mostraban impasibles. Los
orgasmos de La Maestra llegaban a hacer eco en la habitación.
- Ha superado la prueba – confirmó La Maestra.
Seguidamente los miembros del Club de Eulogia levantaron a Hamlet, que se
encontraba mareado y pudo escuchar su bautismo
- ¡Enhorabuena, has pasado la prueba! Has sido
iniciado. Tu nombre en nuestra hermandad será Hamlet. ¡Ya formas parte del establishment!
– sentenció el Maestro de Ceremonias, quien cerró el ritual levantando el brazo
y haciendo el saludo fascista. Hamlet no sabía en aquel momento, que la
hermandad le reclamaría.
Semanas después del rito, Hamlet, fue avisado de que
tenía que ir a La Cripta, el Club quería algo de él. Entro en la habitación
donde fue iniciado, donde estaba su Maestro de Ceremonias, cuyo nombre en la hermandad era Magog
- ¡Hamlet! – exclamó – Tenemos un problema. No sé si
has visto las noticias, pero me imagino que te has enterado de lo que está
diciendo un estudiante de la Facultad, un alborotador argentino. Es un jodido
comunista de mierda. Ha dicho que hay una entidad secreta que opera en la vida
universitaria. Ese cabrón puede enterarse de cosas que no conviene que se
sepan, puede poner en peligro nuestros negocios. Nuestro club, no se mantiene
solo con las donaciones de senadores y banqueros millonarios. Tenemos nuestros
negocios, como el tráfico de drogas, de armas o de esclavas sexuales. Ese bastardo
puede poner en peligro todo. Hamlet, te pido que cómo muestra de lealtad, le
des un pequeño susto a ese maldito hijo de puta.
- ¿Un susto? – preguntó Hamlet- ¿Cómo que un susto?
- Los obreros de la Facultad nos han dado cierta
información. ¡Es increíble lo que sueltan por un poco de coca y un par de putas
sidosas! El argentino parece que tiene una amiguita con la que se “divierte” en
los nidos del águila. Ve allí cuando te den la señal y grábalo o algo, dale un susto,
lo que sea. Y sobre todo, trae a la
chica a La Cripta.
Hamlet caminaba por el pasillo dirección al nido del
águila. Cruzaba los despachos de los profesores, de donde salían gritos
orgásmicos femeninos, quizás alguna alumna que quería subir nota. Mientras
tanto, se preguntaba sobre Magog, sabía que era un loco del espionaje, un
fanático de la cultura militar, tenía fama de excéntrico y de ser un fascista.
¿Se podría confiar en él?
Pero no había tiempo para responder, pues llegó al
nido del águila, donde vio a la presa, al argentino, y para desgracia de
Hamlet, el estudiante procedente de la Patagonia estaba en pleno acto con
Denise, la chica de la cual estaba enamorado. Hamlet comenzó a respirar fuertemente,
la ira se apoderó de él, sin mediar palabra se abalanzó sobre el argentino, a
quién empezó a golpear y finalmente estranguló. Después, su mirada se dirigió
al aterrado rostro de Denise, se acercó a ella y la golpeó dejándola
inconsciente.
- ¡Aquí está la chica! – gritó Hamlet cuando llegó a
La Cripta – He...he…he matado al argentino.
- ¿Qué? – preguntó Magog – ¡Eso es fantástico! No te
preocupes por si te van a detener o algo, no desharemos del cadáver, además la
Policía está de nuestra parte. Mira, tranquilo, nos has hecho un gran favor, y
te lo has hecho a ti mismo. Ese cabrón estaba jodiendo nuestra hermandad, y se
estaba jodiendo a tu amada. ¡Nos estaba jodiendo a los dos!
- He matado a una persona – replicó Hamlet.
- Bueno, bueno. Dejemos de irnos por los mismos
derroteros moralistas de siempre. A veces se necesitan a los hombres más
limpios para las misiones más sucias. Has sido leal al Club de Eulogia, Hamlet.
El poder que vas a obtener estando con nosotros no iba a ser gratis. Pero creo
que lo has ganado. Umm, te veo un poco alterado, porque no metes a la chica en
el ataúd y te relajas con ella.
- ¿Cómo? –
preguntó asustado Hamlet.
- Viola a la chica. Lo estás deseando, deseas
hacerlo desde hace tiempo – ordenó Magog.
Hamlet apenas pensaba por sí mismo, parecía que le
habían lavado el cerebro. Asustado, nervioso y mirando al cuerpo inconsciente
de Denise, sus instintos más primarios florecieron. Se acercó al féretro, metió
a la chica dentro y seguidamente, comenzó a violarla. Era una nueva sensación,
se sentía fatal, pero no podía parar de hacerlo, esbozaba una mueca de locura
mientras acariciaba sus turgentes senos, su corazón latía cada vez más rápido.
Sentía la respiración de Denise, que aún permanecía casi inconsciente, no
paraba de abrazarla, igual un intento de redimirse de tal acto. Era una mezcla
de placer y locura. Y así siguió toda la noche…
- ¿Dónde está Denise? – preguntó Hamlet a Magog. Se
había acercado días después de la violación a La Cripta - ¡Contesta Magog!
¡Hace días que no la veo! ¿Qué habéis hecho con ella?
- Ey ey ey, muchacho. ¿A qué vienen esos gritos?
Relájate. Nadie ha hecho nada a esa chica menos tú, Hamlet. Tú sí que le has
hecho algo, ¿verdad?
- ¡Sois de lo peor! ¡Me dais asco! Desde que entré
en este sitio no paro de vomitar. ¡Os odio! ¡Mira lo qué me habéis hecho hacer!
He matado a una persona y he violado a otra. ¡Voy a informar a todo el mundo de
este repugnante lugar!
- ¡Oh vamos! ¡Venga! Adelante, denuncia este sitio,
y acabarás en el cárcel por asesinato y violación. Nosotros te estamos
protegiendo, Hamlet. ¿Vas a traicionarnos? Te recuerdo que hiciste un
juramento, si lo incumples, acabarás muerto – sentenció Magog furiosamente.
- Hacer lo que queráis, pero si caigo yo, caéis
todo.
Hamlet salió corriendo de La Cripta. Había
traicionado al Club de Eulogia, no tenía ni la menor idea de lo que había
hecho.
Pasaron los días. Hamlet no tenía noticias ni de
Denise ni de Magog. Bajó al portal de su casa, pero antes fue a mirar el buzón.
Había un sobre, lo abrió, cayeron varias fotografías, se agachó a recogerlas y
su cara se quedó blanca. Las imágenes mostraban como Magog violaba a Denise en
el ataúd y después la asesinaba.
- Las imágenes son dignas de un Museo, ¿verdad? –
dijo La Maestra. Había entrado en el portal en el momento justo cuando Hamlet
había visto las fotos – Y creerme que habías pasado la prueba. ¡Qué desilusión!
No me digas que los orgasmos que me produjiste fueron en vano.
- ¡No puede ser! – exclamó Hamlet. De repente,
emergió la figura de Magog
- ¿Sabes qué, Hamlet? Denise no paraba de gemir como
una puta cuando la violaba una y otra vez. ¿Qué hacemos con él, Maestra? – La
Maestra movió la cabeza como diciendo un sí.
- Eres un vulnerable cabrón, Hamlet – sentenció
Magog sacando una pistola con silenciador de su chaqueta – Saluda a Denise de
mi parte.
El silenció se apoderó del portal.
En el suelo, yacía el cuerpo sin vida de un estudiante, que quiso adentrarse en
lo más profundo del poder en la sombra. Todo se oscureció, su nombre y su
historia se perdieron en el olvido.
S. H.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho este relato, todos son bastante buenos, pero este para mí ha sido el mejor. Enhorabuena por un certamen tan bueno.
El más grande, el de Sergio. No tengo ninguna duda. 1 voto para el.
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